domingo, 5 de octubre de 2014

Siena te abre su corazón mucho más allá de esta puerta

El primer propósito que me impuse cuando supe que iba a irme de Erasmus durante todo el año fue escribir con detalle todas las experiencias que vivía cada uno de los días que me encontraba fuera. Ahora, ya en Siena, llevo un retraso de dieciséis días en describir todo lo que supone marcharse de España pero nunca es tarde.

Mi avión despegó del aeropuerto de Madrid el 19 de septiembre de 2014. Se supone que debería estar emocionada pero lo cierto es que, al menos en mi caso, tan solo puedo decir que estaba acojonada. Tras una semana de nervios a flor de piel y ultimando el equipaje, allí me encontraba a las dos y media de la tarde en la terminal del aeropuerto diciendo adiós a mis emocionados padres.

La palabra miedo es poco para describir lo que sentía pero había quedado con tres chicas andaluzas para hacer el viaje juntas y quería empezar con buen pie, así que me tragué toda la emoción y comencé a hablar poco después de pelear con todos los cajones del control de equipajes. "¿De dónde eres?", me preguntan. "De Ferrol", contesto. "Conozco a un cantautor que es de allí". Andrés Suárez, ya hay algo de lo que hablar.

El avión se retrasa una hora, una de cal y otra de arena. Tras dos horas de vuelo, nos encontramos a las 18.40 horas en Pisa y, aunque el nerviosismo sigue latente, la emoción de estar en otro país ya es mucho más poderosa. El camino a Siena no es fácil, nosotras cogimos un bus a la estación de trenes de Pisa. seguido de un tren a Empoli y otro a Siena. Puede parecer sencillo pero hacer todo este trayecto con el equipaje e intentando entender el sistema de transporte italiano lo hace un poco más complicado.

A punto de llegar a nuestro destino, el nervio vuelve a hacer acto de presencia para empezar a preocuparme por el estado de la habitación que he alquilado, pasando de un "Por favor, que no sea un vertedero de crack" a un "Al menos, espero que el sitio exista de verdad y no tenga que dormir en un puente". Estas dudas aumentan aún más cuando  mi padre me llama para decirme que la casera no me puede esperar en la casa por "problemas personales" pero que mis compañeros me abrirán la puerta.

Finalmente, llegamos a Siena cerca de las diez y cuarto de la noche. La casera de mis compañeras de viaje (Magdalena, Sara y Yolanda) había ido a recogerlas a la estación y yo pienso en cogerme un taxi. Esta parte también debería ser sencilla pero no, aquí los taxis no están a la salida de la estación sino que debes cruzar al centro comercial que hay enfrente, subir un sinfín de escaleras mecánicas y es entonces cuando encuentras una parada. Además, no sé cómo pero terminé en el piso de las demás porque su casera entendió que yo me quedaba a dormir allí.

Su apartamento se encuentra cerca de la estación de trenes y de la puerta Camollia, esta entrada de la muralla era la que recibía a los peregrinos en su camino hacía Roma y en lo alto tiene la inscripción latina "Cor magis tibi Sena pandit" que significa "Siena te abre su corazón mucho más allá de esta puerta", una inigualable bienvenida a la ciudad.

Acto seguido, tuve que explicar que necesitaba un taxi para ir a MI casa que se encontraba en el centro de la ciudad, lugar al que llegué a las once de la noche exhausta y con trece euros menos aunque, eso sí, maravillada con la ciudad. Por fin, timbré en lo que creía que era mi piso (aquí no usan números para el telefonillo sino el apellido del propietario)  y la tardanza en contestar hizo que en mi mente volvieran a aflorar las dudas sobre la existencia real de la casa. De pronto la puerta se abrió y me encontré en un portal antiguo realmente asombroso aunque con un ascensor de poco más de un metro cuadrado y más lento que el Ferrari de Fernando Alonso.

La puerta del piso estaba abierta y entré hasta el pasillo sin saber cual era mi habitación. Poco después me encontré delante de un chico francés y dos italianos (uno de ellos me dejó boquiabierta con su hermosura, todo hay que decirlo) que me enseñaron mi estupendo y muy real dormitorio. Todos ellos también me invitaron a cenar un poco de pasta, algo que decliné por el cansancio y la necesidad de hacer una primera conexión con España.

Después de hablar con mis padres y familiares, intenté hacer Skype con una amiga en un ordenador que, al poco tiempo, estaba estropeado a causa de mis confianza en mis habilidades informáticas. Genial, unas horas en Italia y ya no tenía ordenador. Por suerte me quedaba el notebook...Ah, no, espera... el cargador no entra en el enchufe!

Con este panorama, me fui a dormir con la esperanza de que al día siguiente las cosas se verían diferentes.